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lunes, 17 de febrero de 2014

Inventos Varios 1


COCINA  (Asia y África, Prehistoria)  



        En los tiempos prehistóricos, el hombre preparaba su comida sobre una hoguera, utilizando los utensilios y herramientas más rudimentarios como cuencos de piedra para los líquidos, un mortero y la mano de almirez para pulverizar sal y hierbas, y fragmentos de pedernal para cortar la carne asada en un espetón.

        En el Próximo Oriente, la cocina primitiva fue objeto de una primera modernización alrededor del año 7000 a.C. con el invento de las vasijas de barro, que fueron las primeras piezas de cerámica. Un artículo podía ser fabricado en cualquier tamaño o forma que se deseara, cocido en un horno y después barnizado. A principios de los años sesenta se descubrió en Turquía una extensa colección de cacharros de cocina más antiguos que se conocen, puesto que pertenecieron a una tribu neolítica. Predominaban los cuencos, uno de los utensilios más prácticos que sirve para múltiples usos, seguidos por recipientes para el agua y las copas. Había un calentador de comidas provisto de un cuenco desmontable sobre una lámpara de aceite, cuyo diseño apenas difería de los actuales quemadores de esencias con velas.

        Durante las épocas griega y romana, la mayoría de las innovaciones en la cocina consistieron más bien en materiales que en objetos. Bandejas de oro, copas de plata y botellas de cristal para los ricos, y para los más pobres platos de barro, copas fabricadas con cuernos de carnero vaciados y jarras de madera dura.

        Alrededor del año 700 d.C., se inició una importante transformación de la cocina. Debido a la dureza de la existencia en la Edad Media, muchas familias se agruparon, la vida se hizo cada vez más comunitaria y la cocina, con sus alimentos y el calor que ofrecía su fuego, se convirtió en la habitación más espaciosa y frecuentada de la casa.
Uno de los utensilios culinarios más valiosos en aquellos tiempos era el asador giratorio. Sobreviviría como principal elemento culinario durante casi mil años, hasta que, a fines del siglo XVIII, surgió la idea revolucionaria de asar la carne en un horno.

        Un siglo más tarde, en Italia, Leonardo da Vinci ideó un asador giratorio, que lo accionaba el propio calor que ascendía a través de la chimenea. Una pequeña turbina, instalada en la chimenea, quedaba conectada con el asador. El calor ascendente hacía girar esta turbina a una velocidad directamente proporcional al calor que desprendían las llamas.

        El asador giratorio no ha desaparecido por completo, puesto que muchas cocinas modernas cuentan con uno de ellos, accionado por electricidad, y también es un elemento popularísimo en las barbacoas al aire libre.


COCINA ECONÓMICA  (Inglaterra, siglo XVII)


        La primera cocina económica nació cuando a alguien se le ocurrió alojar el hogar en una cámara construida con ladrillos y dispuesta en el centro de la cocina. Constaba de una superficie que se mantenía caliente, y unos soportes laterales para conservar asimismo caliente una olla o una cacerola.


        En el año 1630, el inventor británico John Sibthrope patentó una versión metálica de gran tamaño de este dispositivo, alimentado con carbón, combustible que no tardaría en sustituir a la leña en los hogares. Sin embargo, la idea de cocer los alimentos sobre un fuego encerrado en vez de hacerlo sobre la llamas o entre ellas, se abrió paso con lentitud, y el mismo proceso de cocción era todavía más lento, ya que resultaba necesario calentar un elemento intermedio, la superficie de la cocina.

        Un innovador de origen norteamericano se dispuso entonces a crear una cocina económica eficaz y de dimensiones reducidas, pero en realidad descubrió otras dos aplicaciones interesantes para la cocina en general.

        En el año 1802, George Bodley, un británico que se dedicaba a la fundición de hierro, patentó una cocina de hierro forjado y calentamiento uniforme, provista de un escape moderno, que se convertiría en el prototipo de las cocinas británicas y americanas hasta los tiempos actuales.


OLLA DE PRESIÓN  (1679, Inglaterra)



        La noche del 12 de abril del año 1682, los augustos miembros de la Royal Society de Londres, se sentaron para despachar una cena elaborada de una forma totalmente desconocida para ellos y para cualquiera. La había cocinado el inventor francés Denis Papin, de 35 años de edad, uno de los pioneros de la energía del vapor. Papin había sido invitado para que hiciera una demostración de la más reciente maravilla creada por él: el “digestivo de vapor”.

        Papin, ayudante del célebre físico irlandés Robert Boyie, formulador de las leyes por las que se rigen los gases, había ideado su “digestivo de vapor” en el año 1679. Se trataba de un recipiente metálico con una válvula de seguridad y una tapadera muy ajustada, que incrementaba la precisión interna del vapor, elevando el punto de ebullición del líquido de cocción.

        Después de esta cena histórica, Christopher Wren escribió que, gracias al digestivo de vapor, la vaca o el buey más viejos y más duros pueden resultar ahora tan tiernos y sabrosos como la carne más joven y selecta.

        La primera olla de presión de la historia fue un rotundo fracaso. No sólo los londinenses, en su gran mayoría, reaccionaron desfavorablemente ante la idea de pichones y pescados cocidos al vapor, sino que además, quienes adquirieron uno de estos aparatos “digeridores”, y probaron sus recetas, acabaron a menudo con la cena proyectada contra la pared de la cocina.

        Las variables temperaturas de los fuegos de la época aún planteaban menos problemas que la imperfecta válvula de seguridad de Papin, que ocasionaron varios accidentes graves. Excepto para aplicaciones científicas, como en los autoclaves, las ollas de presión quedaron olvidadas durante unos 150 años. El emperador Napoleón Bonaparte fue el responsable de su reaparición.

        En 1810. Napoleón, que proclamaba que un ejército marcha sobre su estómago, trataba desesperadamente de encontrar un medio para suministrar alimentos en conserva a sus tropas, y el gobierno ofreció un premio sustancioso a quien encontrara la solución a este problema. Introduciendo una modificación en la olla de Papin, el cocinero francés Nicholas Appert creó el primer método práctico para cocer, esterilizar y embotellar alimentos. Por haber desarrollado esta técnica de conservación, Appert ganó el premio de 12.000 francos, y sus métodos reavivaron el interés por la cocción a presión.


OLLAS Y CACEROLAS DE PORCELANA  (Alemania, 1788)



        El primer utensilio de cocina fabricado en América fue una olla de hierro forjado que data del año 1642, la hoy famosa Saugus Pot, producida en los talleres Saugus Iron Works, en la vieja ciudad de Lynn, en el estado norteamericano de Massachusetts.

        Esta olla, de tosca silueta, provista de tres patas, con una tapadera y una capacidad de poco más de un litro, marcó el comienzo de la industria de utensilios culinarios en Norteamérica, puesto que antes de esa fecha todos los artículos metálicos en la cocina de un colono eran de importación británica.

        Al tiempo que las fundiciones norteamericanas empezaban a producir ollas de hierro negro y con áspera superficie exterior, la industria alemana se orientaba hacia algo totalmente nuevo y, al parecer, muy poco práctico para las cocinas: la porcelana.


        En el año 1750, el inventor Johann Heinrich Gottiob von Justy sugirió recubrir el tosco exterior de las ollas y cacerolas de hierro, con los lisos y lustrosos esmaltes utilizados desde hacía largo tiempo en joyería. Sus críticos arguyeron que la delicadeza del esmalte de porcelana no podría resistir el uso en la cocina, pero Von Justy contraatacó con el hecho indiscutible de que cientos de antiguos artefactos de porcelana, habían conservado su brillo y su dureza durante siglos, y que ciertos ornamentos egipcios databan del año 1400 a.C.

         En el año 1788 la fundición Konigsbronn, en Württemberg, produjo los primeros cacharros de cocina provistos de un resplandeciente acabado de esmalte blanco. Este descubrimiento inició una nueva era en los utensilios culinarios, procurando a las amas de casa una amplia variedad de utensilios que podían limpiar con mayor facilidad que todo lo conocido hasta entonces. La porcelana fue el teflón del siglo XVIII.

        Sin embargo, estos innovadores de la porcelana no habían previsto la reacción del público. Aquellas ollas, cazuelas y cacerolas relucientes eran demasiado atractivas para utilizarlas solamente en la cocina, y así, durante largos años, las amas de casa alemanas exhibieron con orgullo estos recipientes como objetos de adorno, en las repisas de las chimeneas, sobre los pianos y en los antepechos de las ventanas para que los admirasen los transeúntes.

        En cambio, los británicos adoptaron esta artística creación alemana y le dieron una aplicación práctica, aunque muy vulgar. Produjeron los primeros orinales de porcelana, de paredes altas o bajas, destinados a hospitales y hogares. Una vez más, la superficie lavable y antiadherente del nuevo material contribuyó a su rápida aceptación.

CAFETERA  (1800, Francia)


        Los granos de café fueron masticados durante 400 años, a partir del momento en que un pastor de cabras etíope, llamado Kaldi, descubrió las propiedades de la planta en el año 850 d.C. Sin embargo, el comercio no ofreció un modelo de cafetera para la infusión del café en polvo hasta la introducción de la cafetera francesa en el año 1800. Durante los siglos anteriores, en los muchos países que consumían ya enormes cantidades de café, éste se preparaba hirviendo los granos en agua y pasando la mezcla a través de un filtro diseñado al efecto.

        La cafetera francesa, Creada por el farmacéutico Descroisilles, consistía en dos esbeltos recipientes metálicos, que podían ser de estaño, cobre o peltre, separados por una placa agujereada que hacía de filtro. Alrededor del año 1850, los fabricantes franceses presentaron la primera cafetera esmaltada.


        La primera adaptación norteamericana de esta cafetera fue patentada en el año 1873. El cilindro, de una sola cámara, contenía un filtro que se hacía avanzar presionándolo a través de la mezcla de granos de café y agua caliente, obligando con ello a los granos a depositarse en el fondo. Por desgracia, el diámetro de los filtros no siempre se ajustaba al del recipiente, y muchas veces el resultado era una bebida mal colada. Este problema exasperó a una mujer hasta el punto de impulsarla a inventar una cafetera que diera mejores resultados.

        En el año 1907, la alemana Melitta Bentz empezó a experimentar con diferentes materiales aplicables entre las dos cámaras de una cafetera. Un disco de tela de algodón, colocado sobre el filtro del recipiente, funcionaba durante algún tiempo, pero la tela no tardaba en estropearse.

        En el año 1908 descubrió un papel poroso, casi perfecto, al recortar un disco en una hoja de papel secante, y con ello el sistema de filtro Melitta inició su camino hacia la comercialización.

        La búsqueda de la taza perfecta de café prosiguió incansable, y en el año 1940 nació la cafetera Chemex, fruto del ingenio de un químico alemán, el doctor Peter Schiumbohm, que emigró a los Estados Unidos en el año 1939, adaptó un material de propiedades bien ensayadas en los laboratorios científicos: el Pyrex, resistente al calor. Construyó un recipiente al que se limitó a añadir una parte superior cónica invertida que contenía el papel de filtro, y una medida de granos de café finamente molidos.

        La Corning Grass, empresa distribuidora del Pyrex, accedió a producir la cafetera Chemex, pero en aquellos momentos se desarrollaba la segunda guerra mundial, y la compañía comunicó a Schiumbohm que no podían fabricar legalmente un nuevo producto sin previa autorización del Departamento de Producción de Guerra.

        El inventor, sin desanimarse, escribió directamente al presidente Roosevelt, encabezando su carta con las palabras “Un rey no se preocupa por los detalles. Pero un presidente se preocupa incluso por los detalles”. Roosevelt, amante del buen café, permitió que se iniciara la producción de la cafetera Chemex.

        El doctor Schiumbohm, aunque presentó unas doscientas patentes para dispositivos tecnológicos durante su vida, ninguna conseguiría el éxito del más simple de sus inventos: la cafetera Chemex.

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