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domingo, 26 de enero de 2014

El Porrón


La mayoría de historiadores se ponen de acuerdo en situar el origen del porrón en los cuernos de la antigüedad, concretamente en el ritón romano, protagonista de orgías y bacanales. Este tipo de cuerno solía ser utilizado a modo de vaso, pero como señala Joan Amades en su prolijo estudio sobre el porrón (El porró, 1938), se han encontrado restos arqueológicos en los que el ritón presenta un agujero en la punta, por lo que todo parece indicar que era utilizado de dos maneras: como copa y a modo de porrón, es decir, bebiendo a gollete. De hecho, esta última forma de empinar el codo se mantuvo vigente hasta el siglo pasado, cuando los taberneros aún tenían la costumbre de servir el vino en un embudo para que los clientes no se demoraran demasiado: así, a los sufridos bebedores no les quedaba más remedio que tapar el orificio con el dedo e ir vaciando el recipiente a marchas forzadas, sin poder dejarlo sobre la mesa ni pasarlo a otros parroquianos. Pero ni el embudo ni el ritón pueden ser considerados auténticos porrones, por la sencilla razón de que les falta uno de los dos elementos que constituyen su esencia: la botella que hace la función de depósito. Tal como indica Joan Amades, «el deseo de darle un sentido más práctico que el que tenía el cuerno (el de beber a chorro) originó la fusión de dos elementos distintos, la botella y el cuerno, y de tal hermanamiento derivó el porrón. Podríamos decir que el porrón es una botella con cuerno o un cuerno con botella». Y una vez definido el utensilio, el gran etnólogo catalán se basa en documentos gráficos y arqueológicos para determinar la fecha aproximada en que debió de producirse el hermanamiento: entre finales del siglo xiv y principios del xv, y apuntan al porrón de Poblet (provincia de Tarragona) como el más antiguo conservado.
Porrón
Esto en lo que se refiere al objeto, porque en el terreno lexicográfico el porrón tiene su propia historia. En el Diccionario de la Academia el término aparece por primera vez en su edición de 1737, aunque sin acento y con el significado de ‘vasija de tierra, de que ordinariamente se usa para traher y tener agua’; la definición se mantiene casi idéntica (el traher pierde su hache por el camino) hasta 1817, cuando deja de ser de tierra e incorpora «un tubo para beber». En 1852 el término adquiere un significado más acorde con la idea que hoy tenemos del porrón («especie de redoma de vidrio, que se usa en algunas provincias para beber vino por el piton [sic] que tiene en la parte inferior del cuello») y en 1899 se llega a una definición casi idéntica a la actual: ‘Redoma de vidrio, muy usada en algunas provincias para beber vino á chorro por el largo pitón que tiene en la panza’. Pero lo más curioso son las vacilaciones etimológicas de la Academia, que pasan ‘del lat. burranǐcum, vaso de beber vino’ (1899), a ‘tal vez del mismo origen que parra’ (1914, siendo céltico el origen de parra) o a ‘quizá del árabe burūn, cántaro, vasija’ (1956), para acabar reconociendo su impotencia en 1992: «de or. inc.».

Claro que al buen bebedor de porrón no le interesa tanto saber cuándo se inventó ni de dónde procede el nombre, sino asegurarse de que podrá seguir utilizándolo hasta el fin de sus días, a pesar de la decadencia en que parece haber caído el otrora popular instrumento. Tal vez por ello las redes sociales se han movilizado y en Facebook ha aparecido un grupo que promueve su rescate: «Viva el porrón» es su nombre e inequívoca su descripción: «El porrón se muere… ¡salvemos el porrón!».

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